Durante muchos a?os, el Barça sostuvo un imperio demoledor desde el juego. La f?rmula, impulsada hasta la obsesi?n por Johan Cruyff a su llegada al banquillo - verano del 88 - y sublimada por Pep Guardiola y la generaci?n de Messi en los albores de este siglo, fue un sello de distinci?n encumbrado en todo el planeta. Tener el bal?n, someter al rival, amplitud con extremos y presi?n tras pérdida. Respeto al p?blico, cero especulaci?n y el resultado como consecuencia. El barcelonismo se desat?, celebr? logros inéditos en su historia, y alarde? de c?mo ganaba. Jam?s nadie consigui? tanto - el club con m?s t?tulos en los ?ltimos 34 a?os - jugando tan bien al f?tbol.

Cre? que el mensaje*iba a servir para consolidar un camino. Que, aunque todos pretendemos ganar, la identidad que convirti? al Barça en algo diferencial iba a ser defendida siempre, por encima del resultado y con*el legado de Pep por bandera. “No ganaremos siempre. Entonces habr? que confiar m?s que nunca en el modelo. La tentaci?n para alejarse ser? muy fuerte”, dej? escrito tras vapulear al United en 2011. Fu? un absoluto iluso.

Hoy, con el club enfermo, no s?lo en Madrid vomitan contra el estilo, califican de evoluci?n - con desfachatez - el f?tbol de Espa?a o apoyan la eficacia de Francia e Inglaterra pese a su f?tbol dantesco; en casa también cuesta llenar el barco de la idea, la misma que a muchos les llev? a sacar pecho no hace mucho. Aunque no lo parezca, para el club es importante que a Deschamps y Southgate les echen de la Euro. A ver si, de una vez, nos damos cuenta que esa patra?a tampoco garantiza ganar. Y que, ante eso, s?lo se impone una mirada: defender tu esencia. La que te ha hecho grande. Y distinto.*



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